domingo, 25 de diciembre de 2011

Kenneth Rexroth: No matarás



Kenneth Rexroth












                         memorial para Dylan Thomas


I


Están asesinando a todos los hombres jóvenes.
Desde hace medio siglo, ahora y todos los días,
los han perseguido y los han matado.
Los están matando en este instante,
en este mismo minuto
en todo el mundo
están matando a los hombres jóvenes.
Ellos conocen mil maneras para hacerlo
y todos los años inventarán nuevas técnicas para matar.
En las junglas del África,
en los pantanos de Asia,
en los desiertos de Asia,
en los campos de esclavos en Siberia,
en los barrios pobres de Europa,
en los clubes nocturnos de América,
los asesinos están realizando su tarea.

Están apedreando a Esteban,
lo están expulsando de cada ciudad en todo el mundo.
Bajo el cartel de Bienvenidos,
bajo el emblema del Rotary,
en la carretera en los suburbios,
su cuerpo yace bajo las piedras que le lanzaron.
Él estaba lleno de fe y poder.
Él realizó grandes cosas para las gentes.
Ellos no podían enfrentarse a su sabiduría.
No podían soportar el espíritu con el que hablaba.
Su palabra sonora hablaba en nombre
del tabernáculo del testigo en el yermo.
Ellos no tenían corazón.
Ellos se lanzaron sobre él con dientes afilados. 
Ellos  le gritaron.
Ellos no lo escucharon.
Ellos guiados por la misma música se lanzaron sobre él.
Ellos lo expulsaron de la ciudad y lo lapidaron.
Los testigos dejaron sus ropas
a los pies de un hombre cuyo nombre era el tuyo
Vos.

Vos sos el asesino.
Vos estás matando a los hombres jóvenes.
Vos estás asando a Lorenzo sobre su parrilla.
Cuando demandaste que él divulgara
los ocultos tesoros del espíritu,
él te mostró a los pobres.
Vos pusiste tu corazón en su contra.
Vos lo atrapaste y lo amarraste con tu ira.
Vos lo asaste a fuego lento.
Su grasa chorreaba y estallaba en llamas sobre las brasas.
El olor era dulce a tu nariz.
Él gritó
“ estoy cocinado de este lado,
denme vuelta y cómanme,
vos
comé de mis carnes.”

Vos estás asesinando a los hombres jóvenes.
Vos estás atravesando a Sebastián con tus flechas.
Él sostuvo en la firmeza de la fe a los perseguidos.
Primero lo atravesaste con flechas.
Después lo apaleaste con garrotes.
Luego lo arrojaste en una cloaca.
No existe nada que temas tanto como el valor.
Vos  que le negás tu mirada
al coraje de los hombres jóvenes.

Vos,
la hiena de rostro brillante y corbata de moño,
en las oficinas de una corporación
multimillonaria devota del servicio;
el buitre que destila inmundicias,
cuidadosamente y desprolijamente
ataviado
en sargas importadas,
disertando sobre el Tiempo de la Abundancia;
el chacal en un traje cruzado,
ladrando a control remoto,
en las Naciones Unidas;
el murciélago vampiro sentado en el respaldo del sillón,
tomando notas, jugando con tu descerebrador:
el autónomo, cáncer ambulatorio,
el Super Ego en mil uniformes;
vos, el esbirro de la bestia colosal
el que señala a los que habrán de ser asesinados,
vos el asesino de los hombres jóvenes.


II


¿Qué le sucedió a Robinson
quien solía tambalearse por la calle 8,
mareado por la ginebra solitaria?
¿Dónde está Masters, quien
durante ruinosas décadas vivió encorvado
en su bufete de abogado?
¿Dónde está Leonard quien creyó
que era una locomotora? ¿Y Lindsay,
sabio como una paloma, inocente
como una serpiente, dónde está él?
     Timor mortis conturbat me.

¿Qué fue de Jim Oppenheim?
¿ Y de  Lola Ridge, sola
en una fría habitación amueblada? ¿Y de Orrick  Johns,
saltando con su única pierna sobre
las olitas en la playa? ¿Y de Elinor Wylie
quien como Kierkegaard creía en lo intangible?
¿Qué fue de ellos? ¿Y de Sara Teasdale? ¿ Dónde está ella?
      Timor mortis conturbat me.

¿Dónde está George Sterlin ese manso cervatillo?
¿Y, Phelps Putnam que desapareció furtivamente?
¿Y, Jack Wheelwright quien  no podía cruzar el puente?
¿Y, Donald Evans con su bastón y
monóculo? ¿Dónde están ellos?
      Timor mortis conturbat me.

¿Y, John Gould Fletcher quién no podía
sanar su poderoso corazón destrozado?
¿Y, Bodenheim descuartizado entre la basura
 maloliente? ¿Y, Edna Millay quien bebió
su último whisky puro? ¿Y Genevieve
que tanto amó? ¿Dónde están ellos?
      Timor mortis conturbat me.

¿Y, Harry a quien nada le interesaba?
¿Y, Hart quien regresó al mar?
¿Dónde están ellos?
      Timor mortis conturbat me.

¿Dónde está Sol Funaroff?
¿Qué le sucedió a Potamkin?
¿A Isidor Schneider? ¿A Claude McKay?
¿A Countee Cullen? ¿A Clarence Weinstock?
¿Quién le devolverá la vida hoy a sus cadáveres?
      Timor mortis conturbat me.


¿Dónde está Ezra ese hombre altisonante y ruidoso?
¿Dónde está Larsson cuyos poemas eran plegarias?
¿Dónde está Charles Snider, ese muchacho gentil
y amargo? ¿ Y Carnevali
que le habrá pasado a él?
Carol quien era tan hermosa, donde está ella?
      Timor mortis conturbat me.


III


¿Fue el de ellos y ellas un fin noble y trágico,
como la máscara de un tirano?
¿Cómo el rostro dorado y secreto de Agamenón?
De ninguna manera. Uno de ellos despierto toda la noche
en la proa del barco, pensativo y agobiado,
sangrando por el recto, en su bolsillo
una crítica escrita por el único hombre
que le merecía respeto, “si él
realmente quiere decir lo que estos poemas
pretenden, él sólo tiene una salida. Deslizarse hacia
el acre sol ardiente del Caribe,
internarse en el acre, transparente
océano humeante.
Otro, piojos en las axilas y en la entrepierna,
basura desparramada
sobre el piso, grises y grasientos trapos
sobre la cama. “Los maté porque eran sucios comunistas
malolientes, deberían darme una medalla.” 
Otro,
que con solo verlo, su fin fue vaticinado
 por Simenon. “Te
desafío a que aprietes el gatillo.” Ella cerró sus ojos
y volcó ginebra sobre su vestido.
La pistola se movía en la  mano insegura del hombre.
Les llevó horas morir. 
Otra se arrojó por las escaleras
quebrándose la columna. Morir fue
una tarea de años.
Dos colocaron sus cabezas bajo agua
en la bañadera e inundaron sus pulmones. Otro
en un puente muy transitado se arrojó debajo de los automóviles.
Otra , ebria, saltó desde un balcón
rompiéndose el cuello.
Otra se empapó en combustible
y salió corriendo a la calle en llamas
sobrevivió, para vivir el resto
de sus días bajo custodia. Otro sólo hizo el amor
una única vez con una mujer mendigo. Murió
años después, el cerebro
y la médula carcomidos por la sífilis. Una década
y media de dolor y pobreza
mientras su mente se consumía
gota a gota.
Uno trató de ahogarse
tres intentos en un lapso de veinte años. La última vez
tuvo éxito. Una abrió el gas
cuando ya no tenía comida, ni una moneda
y sólo medio pulmón.
Una fue a Harlem se acostó con treinta hombres, luego
regresó a su casa y se degolló. Uno conversó toda la noche
con H.L. Mencken y luego con las primeras luces del día
se arrojó a las aguas, ahogándose.
¿Cuántos dejaron de escribir a los treinta años de edad?
¿Cuántos fueron a trabajar para la revista Time?
¿Cuántos murieron de lobotomías prefrontales
en el Partido Comunista?
¿Cuántos están perdidos en los oscuros pabellones
de psiquiátricos de provincia?
¿Cuántos asesorados por sus psicoanalistas
decidieron que después de todo dedicarse a los negocios
era lo mejor que podían hacer?
¿Cuántos son alcohólicos sin esperanza o remedio?
René Crevel!
Jacques Rigaud!
Antonin Artaud!
Mayakofsky!
Essenin!
Robert Desnos!
Sain Pol Roux!
Max Jacob!
En todas partes del mundo
la misma mano
sin cuerpo
es la que nos asesina.
Aquí hay una montaña de muerte.
Una colina de cabezas como las de los Khanes todas apiladas.
El primer nacido del siglo
degollado por Herodes.
Tres generaciones de infantes
deglutidos por las sangrientas fauces de Moloch.

IV

Él está muerto.
El pájaro de Rhiannon,
ha muerto.
En el frío invierno del corazón.
Él está muerto.
En los valles de la muerte,
finalmente lo hallaron mudo,
envuelto en la tormenta de mentiras.
Él nunca volvió a hablar.
Él murió.
Él está muerto.
Nunca volvió a emitir palabra.
Él murió.
Él está muerto.
En las manos antisépticas de ellos
él yace muerto.
El pequeño lanzador de encantos de Cader Idris,
el de la arrebatada palabra.
Él está muerto.
El gorrión de Cardiff.
Él está muerto.
El canario de Swansea.
¿Quién lo mató?
¿Quién mató al pájaro de brillante cabeza?
Vos lo hiciste, Vos hijo de puta.
Vos lo ahogaste en tu cerebro de cocktails.
Él cayó y murió en tu sintético corazón.
Vos lo mataste,
Oppenheimer, asesino de millones,
Vos lo mataste,
Einstein, eminencia gris de la muerte.
Vos lo mataste.
Havanahavana, con tu premio Nobel.
Vos lo mataste, General,
siguiendo los pasos administrativos correspondientes.
Vos lo estrangulaste, Le Mouton,
con tus mains étendues.
Él confesó en un juicio público ante una calavera
que parecía tener imperdibles.
Vos le pegaste un tiro en la nuca
mientras él se tambaleaba en el último sótano.
Vos lo mataste,
benigna señora en la estampilla.
Lo hallaron muerto en el almuerzo semanal
de una asociación  progresista.
Lo hallaron muerto en el departamento de edición.
Lo hallaron muerto en la reunión de políticas editoriales
de la revista Time.
Henry Luce lo mató con un telegrama al Papa.
La revista Mademoiselle lo estranguló con un corpiño relleno.
El viejo comadreja lo mojó con una bolsita de té.
Luego de que los lobos hicieron su trabajo, los vaticidas
se alejaron arrastrándose con sus entrañas
hacia las aulas y las revistas literarias.
Cuando la radio transmitió la noticia de su muerte
vos personalmente te paraste gritando “ Dennos a Barrabás!!”
En tu multitud solitaria pasaste sobre él.
Tus zapatones y zapatillas de ballet
lo patearon hasta morir en la calle empedrada.
Lo golpeaste con una composición de Hindemith.
Lo apuñalaste con el acero inoxidable de una obra de Isamu Noguchi,
él está muerto,
él está muerto.
Como Ignacio el torero,
a las cuatro de la tarde.
Puntualmente a las cuatro de la tarde.
Yo también no deseo escuchar nada acerca de ello.
Yo también no deseo saber nada acerca de ello.
Yo deseo salir corriendo por las calles,
gritando “ Recuerden a Vanzetti!”
Yo quiero derramar gasolina por sus chimeneas.
Yo quiero poner bombas en sus galerías.
Yo quiero quemar sus salas de redacción.
Yo quiero rajar el vientre de sus mujeres frígidas.
Yo quiero hundir sus veleros y lanchas de lujo.
Yo quiero estrangular a sus niñitos que pintan con los dedos.
Yo quiero envenenar a sus afganos y caniches.
Él está muerto, el pequeño querubín borracho.
Él está muerto,
el radiante y vigoroso argumentador.
Él está muerto.
Las aves que siempre vivirán, han callado
ya no le cantan al rey Bran.
Las aves marinas están quietas
sobre Bardsey,  la isla de los diez mil santos.
Los hombres subterráneos no cantan
en su camino al trabajo.
Hay olor a sangre
en el olor del humo de la turba.
Ellos lo han derribado con ferocidad,
al hijo del bardo David ap Gwilym.
Lo han asesinado,
al bebé del poeta Taliessin.
Allí yace muerto,
al lado del témpano de las Naciones Unidas.
Allí yace embolsado,
a los pies de la Estatua de la Libertad.
La corriente del golfo de México huele a sangre
cuando toca las arenas de Iona
y las azules rocas de Canarvon.
Y todas las aves del profundo océano se elevan en vuelo
sobre los grandes cruceros de lujo y aúllan,
“Vos lo mataste! Vos lo mataste!
Vos vestido en ese maldito traje de confección de Brooks Brothers.
Vos
reverendo hijo de puta.”

(versión Esteban Moore H.)



Calle Rexroth, San Francisco, Ca.



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Kenneth Rexroth (South Bend, Indiana, 1905- Santa Bárbara, California, 1982) Poeta, traductor, ensayista y crítico autodidacta. Una de las figuras centrales del denominado Renacimiento Poético en la ciudad de San Francisco y de  la poesía contemporánea de su país. Fue uno de los primeros poetas norteamericanos en interesarse por las formas poéticas japonesas. Czeslaw Milosz, a quién Rexroth tradujo al inglés, sostuvo que Rexroth era un gran poeta y uno de los más destacados traductores de la poesía china y japonesa. Asimismo leía en Francés, japonés, griego, latín y castellano. Lawrence Ferlinghetti quién grabó con él una lectura de poemas acompañados por el Cellar Jazz Quintet, sostuvo que sin dudas Kenneth Rexroth
fue el maestro de todos ellos.Publicó entre ensayo, crítica y poesía alrededor de de cincuenta libros. En 2003, se publicó su obra poética completa con un prólogo de Sam Hamill.